ANNA MELIS – ASESORA DE SUEÑO
Con un bebé nuevo en casa estamos dispuestas a hacer ‘todo bien’; buscamos información sobre qué es lo mejor para nuestros niños; queremos clases de estimulación temprana para su desarrollo óptimo; buscamos técnicas para desarrollar su inteligencia emocional o recetas especiales para que crezcan sanos y fuertes; queremos darles las mejores herramientas, pero todo esto empieza con lo más básico, un buen descanso.
Nuestro deber como padres es propiciar un ambiente de sueño reparador para asegurar el descanso de calidad de los niños, y de este modo, estén más tranquilos, receptivos a su entorno y abiertos a vivir sus emociones desde un lugar respetuoso para ellos. Los berrinches no desaparecerán, pero cada ola emocional sí puede ser una oportunidad para hacer consciente la emoción y aprender a auto-regularse.
La alimentación en los niños muchas veces no resulta exitosa porque están cansados, y por ello, no lo suficientemente dispuestos a tener una experiencia agradable con los alimentos. Su mente sólo quiere comida rápido, por eso es que buscan alimentos conocidos o sus favoritos. La alimentación y el sueño van de la mano. Mi recomendación para cuando empecemos la alimentación complementaria de los peques es darle la misma importancia a lo que come y a la calidad y cantidad de horas de sueño para que su experiencia con nuevos sabores y texturas sea exitosa y estén dispuestos a conocer este nuevo mundo. En niños más grandes también es importante el descanso para que desarrollen una buena relación con la comida y terminen su plato cada vez que se sienten a la mesa.
En la parte emocional, procurar el sueño de nuestros niños tiene muchos beneficios, no sólo los que ya conocemos: peques descansados, fuertes, saludables, felices y listos para jugar; el sueño es un regulador natural de sus emociones.
Las emociones en los niños son como una ola de energía que explota en sus pequeños cuerpecitos y se desborda en forma de llanto, gritos o los conocidos berrinches para ser liberada. Es como si esa energía los poseyera por momentos. Esto no quiere decir que sea malo; ninguna emoción lo es. Al contrario, es parte de su proceso de maduración emocional, y por lo tanto, necesitamos apoyarles con las herramientas necesarias para que aprendan a lidiar con lo que sienten de una manera más sencilla.
Un niño que está cansado, está irritable; su mente no es consciente de su cuerpo, mucho menos de sus emociones. Por ello, cuando viene esta ola energética y emocional su reacción es más intensa y se vuelve difícil entrar en control. No es casualidad que los episodios de berrinches sean más frecuentes y prolongados.
Un buen descanso también puede verse reflejado en su estado de ánimo: está listo y dispuesto para jugar, para ceñirse a las reglas y para convivir con otros niños. Si hay algún problema durante el juego, es fácil dirigirlo para la resolución en equipo y no estará insistente sólo en su idea, pues una mente descansada está abierta a múltiples posibilidades.
En mi experiencia, los niños que descansan y practican buenos hábitos de sueño tienen mayor disposición para aprender y entender su entorno, y con ello, lograr un mejor desarrollo tanto físico como emocional. Si queremos lo mejor para nuestros peques, apoyémosles con herramientas que les significarán beneficios para toda su vida: el hábito del buen descanso, calidad y cantidad de sueño, con las que todas las mañanas estén listos para explorar el mundo.
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